Blanca Wiethüchter
Blanca Wiethuchter
Poetisa boliviana
Blanca Wiethüchter nació en la ciudad de La Paz en 1947.
Cursó estudios de Literatura en la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz, donde después fue docente y directora, y se graduó en Ciencias de la Educación en la Universidad de La Sorbona, en París, y en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de París.
Dedicada a la docencia, escribió sobre todo poesía: 'Asistir al tiempo' (1975), 'Travesía' (1978), 'Noviembre 79' (1979), 'Madera viva y árbol difunto' (1982), 'Territorial' (1983), 'En los negros labios encantados' (1989), 'El verde no es un color' (1992), 'El rigor de la llama' (1994), 'La lagarta' (1995), 'Sayariy' (1995) y 'Qantatai' (1996).
Entre los libros de relatos publicó 'Memoria solicitada' (1989), 'En el aire de navegación de las montañas' (1992) y 'A manera de prólogo' (1993). También escribió ensayo, entre cuyos libros destaca 'La estructura de lo imaginario en la obra poética de Jaime Saenz' (1976).
Fue distinguida con varios premios y es considerada una de las poetisas contemporáneas más completas de Bolivia. Formó parte del grupo de poetas próximos al gran poeta Jaime Saenz, sobre quien realizó un estudio muy dedicado, llamado Memoria solicitada.
Casada con el compositor Alberto Villalpando, con quien tuvo tres hijas.
Blanca Wiethüchter falleció el 16 de octubre de 2004 a los 57 años en su domicilio de la ciudad de Cochabamba, a causa de un cáncer.
Obras
Poesía
Asistir al tiempo, 1975
Travesía, 1978
Noviembre 79, 1979
Madera viva y árbol difunto, 1982
Territorial, 1983
El verde no es un color: A la luz de una provincia tropical, 1992
Los negros labios encantados, 1992
El rigor de la llama, 1994
La Lagarta, 1995
'Sayariy', 1995
Qantatai, 1996
Antología La Piedra que labra otra piedra, 1999
Ítaca, 2000
Luminar, 2005
Ángeles del miedo, 2005
Cuentos
Memoria Solicitada, 1989, reedición 1992
En el aire de navegación de las montañas, 1992
A manera de Prólogo, 1993
Novela
El jardín de Nora 1998
Ensayos
La Estructura de lo Imaginario en la Obra Poética de Jaime Saenz, 1976
Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia I y II, 2002
Pérez Alcalá, o los melancólicos senderos del tiempo, 1997
Alma madre de la cruz lavada
territorio tatuado por redondas gargantas
tibia morada despojada en el monte
a golpes de barreno a golpes de vacío
fijas el centro en tu falta padre- no ves
discurso de astros agoniza
en todos los padres una y otra vez
padre empozado por el sol
padre ahogado por los cascos marinos
padre pez en tu estrella de púas
gira la obscena astronomía de otra sangre
no engendras la múltiple geometría de la raíz
en la intemperie de tu sexo
la sombra desolada de tus días
sólo el polvo sólo el frío la sangre errante y todas las horas anteriores
a ese día nuestro
muerto
por ti.
Siempre pensé que la vida
tenía que ser algo más
la vida algo más que los muertos
la vida algo más que la madre
la vida algo más
para en la noche poder dormir
para con el día
para vivir por vivir nomás.
Algo más que ese cuerpo
mirando ese cuerpo
ese cuerpo que esperas demás
ese cuerpo definitivo que deseas
definitivamente
desde cualquier altura
definitivamente
desde Cota-Cota o el Montículo
ese cuerpo desde el Alto o Llojeta
ese cuerpo definitivamente en tu deseo
ese cuerpo que te expulsa y vomita
ese cuerpo que miras y comprendes
sin decir ese cuerpo no es mío
no es tuyo y es tuyo también
espacio áspero roca profunda
que no posees y te engendra
y te quema y te exige y te ciega
ese cuerpo deseoso de muerte
girando entre manos precisas:
la sangre sembrando fango
el golpe horadando el fuego
ese cuerpo se descubre y anuda
crece y te hace crecer
ese cuerpo venciendo su cuerpo
se pierde y vuelve a perderse
perdiéndote para siempre a ti.
De pronto llega
cabalgando las noches
agotando murallas
-al fin y al cabo a cualquiera
acuérdate nomás del cura
el del cine y los periódicos.
-Uno nunca sabe y todo puede ser
te despojan de tu alma
-tu sorpresa de ciervo oculto
para que todo pueda ser
-en pleno día-
Y asombra tanto pasado de un día
tanto pasado de una semana
mientras dicen estamos a punto de ser
quemando la certidumbre de ser
al cerrar los ojos.
Mientras miras deslizándose hacia abajo las luces
por lo mismo hacia abajo con los ríos
resistiendo entre pedazos y lluvias
ese cuerpo delirante por vivir
resistiendo mientras desciendes
mientras ese cuerpo extiende las manos
y las estira y las extiende para caer
en esa mano y otra mano
en esos ojos mirando la ciudad
mientras sufres y dejas de esperar
para esperar en otra vez.
Del libro Madera Viva y Árbol Difunto